martes, 31 de julio de 2012

Los anónimos taxistas; por Luis del Val

Los anónimos taxistas; por Luis del Val
Diccionario Inteligente
28 Julio 12 - - Luis del Val

He puesto el culo en cientos de taxis de Europa y América. La primera persona que te ofrece una referencia de la ciudad que visitas no suele ser el director del congreso, ni el agregado cultural de la embajada, sino el taxista. Los más herméticos son los de Nueva York, que suelen ser indios o paquistaníes; los más antipáticos, los de París; los más profesionales, los de Londres, porque para acceder al permiso tienen que pasar por un examen que va mucho más allá del distrito W1 y los más simpáticos, sin lugar a dudas, los de Madrid, siendo los de El Cairo los más sorprendentes y osados, porque conducir por El Cairo es como trabajar en el circo, dentro del número de los equilibristas.

Julio Manegat escribió una novela que fue premio Planeta o finalista, no me acuerdo, y que se titulaba «La ciudad amarilla», cuando los taxis de la ciudad condal eran de color amarillo. (Por cierto, en Barcelona jamás me he subido a un taxi en que el conductor fuera catalán).Y ha habido alguna película en la que se sancionaba el tópico de que los taxistas son de derechas, una de esas generalizaciones tan exactas como afirmar que los camareros son de izquierdas, las vendedoras de floristería, liberales y las piperas, monárquicas.

Desde Barajas hasta mi casa hay más de cuarenta minutos, y me conozco bastante bien las doce o catorce horas diarias que deben estar sentados al volante, la incorporación de la parienta o de un cuñado, o de un hijo, para que el taxi pueda rendir, y el peligro de una noche cada vez más peligrosa, porque las mamparas sirven de poco cuando los criminales son violentos y organizados.

He recibido confidencias de todo tipo. Desde preguntarme inquieto qué podía significar que su mujer se hubiera hecho Testigo de Jehová, hasta la ilusión emocionante de quien te cuenta que su hija ha terminado la carrera de Derecho. He soportado humos apestosos cuando los conductores fumaban, y emanaciones que no había manera de asociar al Chanel número 5, y programas de radio que no me gustaban, pero de los que quien me llevaba era devoto. Y existe para mí algo indudable, personal e intransferible, y es que, cuando en Madrid, o en cualquier lugar de Europa, me subo a un taxi me siento seguro. Dice José Luis Garci que es imposible que te suceda algo malo bajo la marquesina de un cine. En la misma línea, estoy convencido de que en el interior del taxi estoy a salvo, como en aquellos juegos infantiles, en los que decías «casa» y ya eras inmune a las faltas y penalizaciones del juego. Un taxi es el cuartel que guarece en las cuatro estaciones y el colaborador necesario para el periodismo.

Hubo un tiempo en que en España había gente que sólo tomaba un taxi en dos grandes acontecimientos: bodas y entierros. Luego, perdió ese aroma de transporte privilegiado para ser una modalidad más de transporte público.

Una vez, saliendo del hotel hacia el aeropuerto de Río, creí que el atajo que nos había sugerido el taxista era una trampa, y tomé la mano de mi mujer y pasé mucho miedo. Pero era taxista, es decir, una persona honrada, y, al poco, comenzamos a ver, aliviados,las luces del aeropuerto. Muchas veces, a horas intempestivas de la noche o de la madrugada, sales de la estación o bajas del avión, y allí te estará esperando una persona que lleva mucho tiempo de guardia, un anónimo taxista que se encuentra de centinela para que puedas llegar a tu último destino. Y, cuando cierras la portezuela y musitas la dirección de tu casa o de tu hotel, ya sabes que se han concluido los problemas del viaje, porque allí dentro es como si estuvieras bajo la marquesina de un cine, y nada malo puede sucederte.

TODOTAXI:Gracias al compañero Jesus Martin que nos lo ha pasado, Gracias por colaborar y no todos opinan mal del colectivo

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